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El día 23 de junio del presente año 2022 el Banco de México anunció que, mediante una votación unánime de su Junta de Gobierno, se tomó la decisión de subir su tasa de interés en 75 puntos base, con el objetivo de hacerle frente a la inflación que experimenta nuestro país producto de la crisis económica global. Este aumento corresponde a una política espejo que ha venido aplicando el Banco de México con respecto a la FED (Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos, equivalente a Banxico) la cuál subió en la misma cantidad de puntos de referencia su tasa de interés.
El efecto que tendrá hacia los bolsillos de las y los consumidores, en términos coloquiales, será que costará aún más el dinero, es decir, el aumento en las tasas de interés encarecerá más las tasas en las tarjetas de crédito (por la traslatividad que realizarán los bancos para no verse afectados y que los usuarios de sus servicios bancarios terminemos pagando más), préstamos bancarios, precio de los alimentos (especialmente los agrícolas), así como en servicios relativos a las cadenas alimentarias y en acceso a la vivienda.
Si tomamos en cuenta el efecto que tuvo la pandemia durante los años 2020 y 2022 en dónde pudimos dar cuenta de la afectación que provocaron los confinamientos al abasto de materias primas para la producción mundial, aunado a la guerra que se desarrolla en Europa entre Rusia y Ucrania, podemos inferir que este aumento a las tasas de interés en Norte América serán agravantes para la recuperación económica, sin embargo, la política monetaria poco puede hacer frente a la debacle financiera ya anunciada desde la crisis del 2008.
El objetivo de los bancos centrales es, en el corto plazo, frenar los efectos inflacionarios para evitar que la tendencia de los precios siga tan agresivamente a la alza, una medida de shock, convulsa, que en los próximos meses ocasionará que los consumidores vean mermado su poder adquisitivo, sin embargo, después de sorteado el efecto de las tasas de interés, se equilibrarán los precios y se prevé que la inflación se mantenga a raya, lo cual consecuentemente conllevará a que las tasas de interés puedan bajar nuevamente para estimular la economía al incentivar la inversión al poder pedir prestado a los bancos dinero con un precio más barato.
Tal y como podemos apreciar, la economía mexicana está lejos de poder recuperarse de los estragos de la pandemia y con el conflicto en Ucrania tampoco se vislumbra que termine pronto la crisis. Esto, aunado a la contingencia medioambiental que provocamos del cambio climático, hace que abastecer con insumos necesarios a las tiendas, empresas, centros de trabajo, así como de instituciones públicas y privadas sea una labor enorme.
El sector privado de los químicos tampoco queda exento del desequilibrio ecológico ni de la crisis financiera, pues por ejemplo, uno de los efectos dominó que trae consigo el aumento de los gases de efecto invernadero son las sequías, las cuáles podemos ver que azotan el norte de México. El agua es un componente vital para todas las formas de vida en nuestro planeta, pero si agregamos que además el agua es uno de los principales recursos naturales utilizados en la industria Química nos enteramos de que este insumo, si se encuentra escaso, significaría una traba más para la ya estropeada cadena de suministros y podría tener como consecuencia que algunos productos como los solventes químicos producidos por esta empresa no se encuentren disponibles, o lo estén pero a precios más elevados. Por el momento este no es el caso, sin embargo hay muchas otras ramas de la industria que pueden verse afectada así como también se está viendo perjudicada la población civil por la falta del vital líquido.